13 de junio de 2011

A propósito de la indignación de Stéphane Hessel

¿Qué es la indignación? ¿Por qué nos indignamos? ¿Hay motivo para la indignación? ¿Cómo deberíamos canalizar nuestra indignación? ¿Qué aporta la reflexión de Hessel sobre la indignación? La indignación es un sentimiento que nos conduce a la movilización ante la percepción de una injusticia. Esa percepción es la que nos impulsa a movilizarnos contra el origen del problema que causa la injusticia. La indignación actúa como una palanca que promueve la introducción de cambios en la sociedad. Si no sintiésemos indignación ante las injusticias, no habría cambios sociales o políticos en la sociedad.

Nos planteamos cómo reconducir la indignación para que no nos afecte negativamente. La indignación canalizada a través de la violencia se transforma en ira y en odio. En este contexto, la indignación no es positiva y es altamente destructiva. Su instrumentalización no puede llevarnos a ningún lugar sólo a una espiral de violencia. Debemos reconsiderar la indignación a través de la no violencia. Hemos de  aprender a actuar sin violencia y a reconducir nuestra indignación con inteligencia.

Hessel aporta su propio punto de vista sobre la indignación en el libro ¡Indignaos! Para él, la indignación es una necesidad que “nace de la voluntad de compromiso con la historia” y de la resistencia contra el nazismo o cualquier manifestación totalitaria. Los jóvenes deben buscar razones para la indignación que impulsen al compromiso social: “A los jóvenes, les digo: mirad a vuestro alrededor, encontraréis los hechos que justifiquen vuestra indignación- el trato a los inmigrantes, a los sin papeles, a los gitanos-. Encontraréis situaciones concretas que os llevarán a emprender una acción ciudadana fuerte. ¡Buscad y encontraréis! ” Esta indignación debe vincularse a un movimiento de insurrección pacífica a nivel global a favor de la defensa de los derechos humanos en el mundo y a “una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no proponen otro horizonte para nuestra juventud que el del consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos”. Una rebelión no violenta contra el fenómeno de la globalización de los mercados económicos y financieros, que erosionan las sociedades del bienestar de los países occidentales, y, que deshace y destruye el tejido social de sociedades enteras de países del sur. Una insurrección pacífica que abrigue la esperanza en el futuro y en la propia humanidad.

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