Mostrando entradas con la etiqueta tecnociencia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta tecnociencia. Mostrar todas las entradas

16 de mayo de 2011

Descripción e Ideas básicas del libro Lyotard y lo inhumano. Segunda Parte

En resistir el inhumanismo, nos presenta la figura de Lyotard. Lo inhumano (1988) es una colección de ensayos, apenas conectados entre sí, donde se describe dos tipos de inhumanismo. El primero es el capitalismo avanzado con su apetito expansivo y su innovación tecnológica interminable. El segundo es la inteligencia artificial (IA) y la vida artificial (VA), con su imperativo colonialista, un imperativo que el capitalismo hace lo posible por expeditar.

El capitalismo no contempla los intereses del individuo que está subordinado al sistema en nombre del progreso. El capitalismo busca la eficiencia y eficacia del sistema: el objetivo es el ahorro de tiempo. El desarrollo se ha vuelto un fin en sí mismo para el capitalismo, y tras haberse apropiado de la ciencia, se perfila para aumentar su eficiencia, produciendo mayores ganancias y un mayor poder. El desarrollo jamás se verá satisfecho. Si no lo controlamos nos guiará hacia una cultura basada en principios inhumanos. Lyotard llama a la resistencia ante esta cultura. El modelo humano que subyace a este movimiento de resistencia está basado en la reflexión y en la respuesta a los acontecimientos tal y como suceden antes que la eficiencia del sistema de producción. Este último aspecto muy criticado por Lyotard en su libro “Condición Postmoderna”: “La tecnología es un juego que atañe a la eficiencia. Una jugada es “buena” cuando resulta mejor y/o gasta menos energía que otra”. Bajo tal régimen la moralidad desaparece. Las simpatías de Lyotard siempre recaen sobre aquello que el sistema no puede armonizar, sinónimos del concepto de “diferencia”. El inhumanismo trata de erradicar de la naturaleza humana la diferencia. Sin la diferencia, según Lyotard, se pierde lo humano.

¿Puede seguir habiendo pensamiento sin cuerpo? El cuerpo que es propio de la humanidad es colonizado por lo inhumano bajo la forma de la inteligencia artificial. El ensayo de lo inhumano se presenta en forma de diálogo entre Él- Lyotard- y Ella- tecnología-. Él- Lyotard- propone que la muerte del sol es la única cuestión seria que enfrenta la humanidad y sugiere que para resolverla hay que reducir todo a un problema: “Cómo hacer posible el pensamiento sin cuerpo”. Según Lyotard, la tecnocracia, presionada por el desarrollo, está preocupada por mejorar la eficiencia operativa de los sistemas tecnológicos hasta el punto que lo humano se vuelve irrelevante para el proceso. El desarrollo quiere expansionarse de forma indefinida y cualquier cosa que restrinja esa dinámica interna es registrada como un problema a ser superado, mediante mayores niveles de eficiencia operativa. Una vez superado lo humano, lo único que le queda a la expansión del desarrollo es la muerte del sol. La tecnocracia trabaja con el fin trascenderla.

El desarrollo se interesa por el pensamiento porque garantiza su supervivencia. Lyotard cree que el pensamiento puede ser preservado pero debe ser pensado desde el pensamiento humano y no desde un pensamiento computarizado. Para ser digno de ser preservado, el pensamiento debe ser algo más que simple razonamiento lógico. Debe llevar consigo el elemento creativo que caracteriza a la humanidad. Describe el pensamiento como un proceso amorfo e indeterminado similar a cómo se forman las nubes. El movimiento del pensamiento tiene una cualidad ajena al funcionamiento tecnológico: la reiteratividad que caracteriza a la tecnología. El pensamiento humano resiste frente a la precisión y al confinamiento del pensamiento computarizado.

Todos los intentos, por considerar los ordenadores como formas de vida alternativas a otra forma de vida, fracasan, cuando los requisitos que Lyotard establece para esa condición no se cumplen. De las “máquinas pensantes” no se puede decir que piensen en ningún sentido humano del término. Los ordenadores carecen de la impredecibilidad del pensamiento humano, similar a la nube. Son demasiado eficientes y demasiado orientados hacia el funcionamiento. Los ordenadores están direccionados y carecen de ese elemento de creatividad que desafía las reglas, inherente a lo humano. Sin esta creatividad no puede existir o darse el “pensar”.

Aparece en escena, “Ella”- la tecnología-  identificando otro problema para cualquier programa que intente reemplazar a las personas por máquinas pensantes: el problema de género. El cuerpo humano tiene género. La diferencia sexual es algo que llevamos implícito. La tecnociencia sospecha de esta diferencia porque nos lleva al impredecible mundo del deseo. El deseo complica la tarea a la tecnociencia. “Ella”- la tecnología-  insiste que el deseo tendrá que ser introducido en las máquinas pensantes. Para que la inteligencia artificial – IA- devenga en vida artificial- VA- debería incluir no sólo el sufrimiento y el género sino también el compromiso con la diferencia. La tecnociencia está incapacitada por naturaleza para adoptar este compromiso. Ésta aspira a un control completo que se extiende hacia el futuro y que significa la eliminación no sólo de la diferencia y sino también del tiempo. Lyotard teme que la tecnología este conduciéndonos a este proceso. El mensaje es claro: No se puede separar el pensamiento del cuerpo. En caso de que se haga, debe hacerse imitando la experiencia de estar “dentro” de un cuerpo.